domingo, 30 de junio de 2013

El Rótulo (Miguel de Unamuno)

"¡Lo escrito, escrito está!", dijo Pilatos
cuando el cartel sobre tu frente puso.
Y hablas Tú, la Palabra, con tu muerte
sin ruido de aire, en el silencio negro,
y dices la blancura de tu vida
de luz que nunca acaba. Cae tu lumbre
silenciosa en nosotros, copo a copo,
como la nieve blanca que se posa
sobre la yerba verde; cae tu sangre
gota a gota en nosotros; no se escurre,
y empapa el alma. Como yerba, humildes,
tu nevada de luz, las manos quedas,
queda la mente, el corazón latiendo,
cual la nevada blanco y silencioso
te recibamos. De tu luz los rayos, 
aun dormidos taládrannos los párpados,
los rayos de tu luz, y alumbran sueños.

La luz que te rodea es el espíritu
que fluye de tu Padre, el Sol eterno,
las tinieblas rompiendo, y a nosotros
de Tí, su luna en nuestra noche triste.
Espíritu de Dios que se movía
sobre el abismo de aguas tenebrosas
cuando mandó quien es: "¡Hágase lumbre!";
y del seno brotó de las tinieblas
el Espíritu-Luz, que de tu rostro
nos trae al corazón vivo trasunto
del mismo a cuya imagen, Tú, le hiciste lumbre.
Y esa luz es amor y ella nos funde; 
nos funde y mezcla de tu iglesia eterna
la humanidad divina, en las entrañas.
Viste la luz tu desnudez, diamante
de las aguas de encima de los cielos;
¡al tocar en tu cuerpo, las tinieblas
se escarchan en blancor de viva luz!.

                        (De El Cristo de Velázquez, poema)